La Mejor Empanada del Mundo

 

Dicen que cada carrera tiene algo especial.

Pero hay una que, al menos para mí, es “LA carrera de Argentina”; si, estoy hablando de

Patagonia Run.

Este año llegué distinto. Con dudas, con dolores, con esa sensación de no estar al 100%.

Durante meses un dolor abdominal casi inhabilitante me había frenado, y recién unas

semanas antes de la carrera pude volver a entrenar. No como me hubiese gustado, pero lo

suficiente como para animarme a los 42K.

Llegamos a San Martín en familia, junto con amigos del equipo de TodoTrail. Desde las

primeras horas en las cabañas se respiraba calidez, comunidad, esa energía única que te

hace sentir que todos vamos por lo mismo. Y además, estábamos por ser parte de los 15

años de la Patagonia Run, un aniversario que prometía fiesta... y cumplió: hasta torta y

vestimenta rosa nos hicieron poner.

Pero entre risas y fideos de la noche previa, la incertidumbre estaba. El clima amenazaba

con nieve y la organización avisaba sin vueltas: “El clima va a estar áspero”. Y vaya si lo

estuvo.

La mañana de la largada nos despertó la llovizna golpeando el techo de chapa. En el cerro

ya era lluvia plena. Decidí jugármela: chaleco por arriba del rompeviento, para tener siempre

a mano la nutrición. Una decisión pequeña, pero que terminaría siendo clave.

La salida estaba programada a las 8:30, pero se retrasó media hora. Finalmente, a las 9:00

largamos. Y lo que siguió fue un verdadero festival de sensaciones.

Los primeros kilómetros fueron con aguanieve. La capucha del rompeviento y los guantes

me salvaron de un sufrimiento mayor. Más adelante, el barro espeso nos exigía al límite,

pero las zapas respondieron como bestias, agarrándose al terreno cuando todo se volvía

patinoso. Y hacia el final, como si la montaña nos quisiera regalar una postal, cruzamos la

meta con sol. En 42 kilómetros vivimos las cuatro estaciones.

Pero si tengo que elegir un instante, me quedo con uno:

la empanada de jamón y queso en el PAS 2.

Sí, en medio del frío, con el cuerpo cansado, morder esa empanada calentita fue gloria

pura. Algo tan simple que se volvió épico. Mi nutricionista había marcado en el plan:

“comida salada PAS 2”, y ahí estaba. Rica, liviana, perfecta. Esa empanada me dio alas.

Aunque no fue solo la comida. Fue la gente. Cada voluntario, cada mirada, cada mano

alcanzando un vaso, cada palabra de aliento. Un calor humano indescriptible, que te

abraza y te empuja hacia adelante. Te hace sentir que sos parte de algo mucho más

grande.

 

Patagonia Run no es solo paisajes, kilómetros, y medallas. Es comunidad. Es esa mezcla

de generosidad, organización impecable y escenarios únicos que la convierten en la carrera

número uno.

Cruzando la meta, con el cuerpo agotado y el corazón lleno, me di cuenta de algo:

Correr no siempre es contra el reloj. A veces es contra el dolor, contra las dudas, contra uno

mismo. Y ahí, cada paso vale doble.

Por eso, si nunca corriste la Patagonia Run, corréla. No te vas a arrepentir. Vas a descubrir

que hasta una empanada puede ser mágica, que el barro también se disfruta, y que el

verdadero premio no es la medalla, sino todo lo que pasa en el camino.

Porque en la montaña, en el frío, en la lluvia, en el barro, aprendés que lo que te sostiene

no son solo tus piernas.

Es el corazón.

Y la pasión.

 

Facu Iscaro 

Fundador de TodoTrail

Villa de Merlo, San Luis